Opinião
OEA: Notas para una historia del oprobio
La OEA nació maldita en medio de la masacre del pueblo bogotano (Bogotazo) que lloraba sangre por el cobarde asesinato de su líder natural y más amado: Jorge Eliecer Gaitán.
Por Yldefonso Finol
La OEA vino a ser, a mitad del siglo XX, el triunfo del sabotaje santanderista al Congreso Anfictiónico de Panamá propuesto por El Libertador Simón Bolívar, y la consumación de la Doctrina Monroe de un continente americano para los Estados Unidos.
La única cosa provocada por la OEA que ha valido la pena, fue aquel son guajiro que le cantó el gran Carlos Puebla, para invitarnos a reír, porque el club de cipayos expulsó a su digno país, Cuba.
Un reportaje de Prensa Latina lo resume así: «La actuación respecto a Cuba a partir del triunfo de la Revolución, el apoyo a la invasión de Playa Girón en 1961, las acciones que desplegó en el orden político-diplomático para aislarnos, que concluyeron con la expulsión de Cuba en enero de 1962 y la ruptura de relaciones diplomáticas de los países de la región con la Mayor de las Antillas, significaron un nivel de ensañamiento tal, que puso más en entredicho a la organización».
Merece ser recordada la actitud valiente del Canciller de la Dignidad Ignacio Luis Arcaya, quien se negó a convalidar una declaración aislacionista contra Cuba en la VII Conferencia de Cancilleres de la OEA, el 16 de agosto de 1960 en San José de Costa Rica. El presidente Rómulo Betancourt, destituyó al Ministro de Exteriores, para quedar en evidencia de su condición de agente de Estados Unidos, para mayor afrenta al pueblo bolivariano.
La OEA sirvió de proxeneta para el desenfreno imperialista contra la República Dominicana, primero con el derrocamiento del demócrata Juan Bosch y luego aplastando militarmente la resistencia popular que encabezó, entre otros patriotas, Francisco Caamaño Deñó. «En abril de 1965 desembarcaron los marines yanquis en Santo Domingo para impedir la inminente victoria del movimiento popular constitucionalista sobre las fuerzas de la reacción militarista. La OEA envió a la capital dominicana a su Secretario General, el uruguayo José A. Mora, con el aparente propósito de obtener una tregua entre los beligerantes, mientras el Órgano de Consulta dilataba una decisión para facilitar que las fuerzas militares yanquis tomaran el control de la situación. Luego de múltiples gestiones, Estados Unidos logró por el estrecho margen de un voto la aprobación de una resolución que dispuso la creación de una Fuerza Interamericana de Paz, produciéndose, por primera vez bajo el sello de la OEA, una intervención colectiva en un país del área». (www.ecured.cu)
Y cuáles gobiernos se prestaron a la tramoya gringa montada en la OEA de y que una «fuerza interamericana de paz» que acudiría a resguardar la democracia dominicana: el del dictador recién instalado por Washington en Brasil, almirante Castello Branco; el muy demócrata dictador de Paraguay, Alfredo Stroessner; el dictador Julio Rivera de El Salvador; y la Honduras (hechura gringa) de López Arellano. Todos militares moldeados por la Escuela de las Américas como asesinos de sus pueblos y sirvientes del imperialismo.
Hace poco ofrecieron disculpas en santo Domingo: el verdugo llevando flores a la tumba del mártir. A Cuba la invitaron a volver, pero el honor verdadero no se ablanda con la lisonja.
II
Una OEA para Pinochet
Permítanme compartirles este pasaje de mi libro La Falacia Imperialista de los Derechos Humanos (Editorial El Perro y La Rana, MPP para la Cultura, Fondo Alfredo Maneiro, 2006), donde se pone de manifiesto –con sarcasmo repugnante- el carácter instrumental de la OEA para los intereses imperialistas estadounidenses.
«Por si quedase alguna duda suelta sobre la complicidad protagónica de los Estados Unidos con el golpe militar que derrocó al Gobierno de la Unidad Popular en Chile y abrió el período de mayores y más indignantes violaciones a los derechos humanos en ese país, pasaremos a revisar brevemente el contenido del memorando sobre la reunión sostenida el 8 de junio de 1976 entre el dictador Augusto Pinochet y el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger.
Se realizaba en Santiago, por iniciativa de los propios Estados Unidos, la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, donde se hablaría -¡qué ironía!- de derechos humanos. El alto funcionario norteamericano se apresura a lanzar esta perla: «En los Estados Unidos, como Usted sabe, tenemos simpatía por lo que Usted está tratando de hacer aquí. Yo pienso que el gobierno anterior iba en la dirección del comunismo. Nosotros le deseamos lo mejor a su gobierno».
En el párrafo siguiente se revela cómo los Estados delincuentes llegan a camuflar sus crímenes y cómo el cinismo se hace práctica mafiosa legitimadora de sus acciones. «Esta tarde yo voy a hablar sobre derechos humanos en la Asamblea General. Yo postergué mi discurso hasta que pudiera hablar con Usted. Nosotros queremos manejar el asunto en términos de persuasión moral y no en términos de sanciones legales… En mi discurso voy a tratar el asunto de derechos humanos en términos generales y los derechos humanos en el contexto mundial. Me voy a referir en dos párrafos al informe sobre Chile de la Comisión de derechos humanos de la OEA. Yo voy a decir que el tema de los derechos humanos ha afectado las relaciones entre Estados Unidos y Chile. Esto es en parte el resultado de las acciones del Congreso. Voy a agregar que espero que Usted elimine estos obstáculos pronto. También voy a destacar el informe sobre Cuba y la hipocresía de algunos que manejan el tema de los derechos humanos para intervenir en los gobiernos… El discurso no es contra Chile. Yo le quería decir esto. Mi evaluación es que Usted es una víctima de los grupos izquierdistas alrededor del mundo y que su mayor pecado fue derrocar a un gobierno que iba en dirección al comunismo… yo quiero que Usted salga adelante y quiero mantener la posibilidad de ayuda. Si derrotamos la Enmienda Kennedy, nosotros vamos a hacerle llegar los F5 que hemos acordado. Vamos a esperar un poco en otros temas para evitar darle munición adicional a nuestros enemigos».
El dictador Pinochet le responde que el retorno a la institucionalidad se lleva «paso a paso» y le recuerda que «nosotros resolvimos el problema de las grandes empresas transnacionales. Nosotros renegociamos las expropiaciones y demostramos nuestra buena fe haciendo pagos oportunos sobre nuestra deuda». A la vez, en el mismo tono familiar, reclama el hecho de que algunos de sus actuales opositores sean escuchados por parlamentarios en el Congreso de los Estados Unidos. «Letelier tiene acceso al Congreso. Nosotros sabemos que están dando información falsa». Tres meses después, el Canciller de Allende, Orlando Letelier, era asesinado por agentes especiales de la dictadura y la CIA en Washington.
El Secretario despide la reunión con elocuentes elogios al dictador: «Nosotros recibimos muy bien el derrocamiento del gobierno procomunista aquí… Ustedes le prestaron un gran servicio al Occidente al derrocar a Allende. De otra manera Chile habría seguido a Cuba. Entonces no habría habido derechos humanos…».
La magna ocasión también sirvió para que el sionista Nobel de la Paz le diera luz verde a la «Operación Cóndor».
III
El 13 de abril de 1982 la OEA aprobó, por consenso, una resolución propuesta por Colombia, donde el organismo interamericano ofrecía su «cooperación amistosa a los esfuerzos de paz que se están llevando a cabo, con el anhelo de contribuir a una solución pacífica del conflicto, que aleje definitivamente el peligro de una guerra».
Se trataba de un juego diplomático carnavalesco, en el que las máscaras irían cayendo en la medida que el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, concebido por USA con Colombia de «celestina», quedara hecho añicos, ante la impertinencia y el cinismo de una forzada neutralidad, en un suceso que no soportaba medias tintas, y que exigía como única reacción, el rechazo viril y unánime del continente a la pretensión absurda del Reino Unido de mantener espacios coloniales en los confines de Nuestra América.
Pero los yanquis no vacilaron en mostrar su verdadero rostro imperialista. Así lo anunciaba en su Editorial del 1 de mayo de 1982 El País de España: «La aparatosa toma de posición norteamericana en el conflicto del Atlántico Sur a favor de las tesis británicas, prometiendo apoyo logístico a Londres en caso de guerra y decretando un boicot generalizado a Argentina, constituye la radical internacionalización del tema, y lo sitúa en una perspectiva preocupante».
La OEA fue incapaz de mantener una posición coherente con sus propios instrumentos aprobados. Ya se sabe las dispares actitudes tomadas por los gobiernos de la región, en especial de aquellos que, como Colombia, en un remedo de los supuestos legalismos de su tradición (como los usados por Santander para sabotearle los planes a Bolívar), terminó apoyando al agresor colonialista.
Muy claro lo dijo el 01/12/2011 Rafael Correa: «La OEA debió desaparecer durante la Guerra de Malvinas». El presidente de Ecuador consideró que la OEA debió desarticularse en 1982 durante la guerra por las Islas Malvinas, «porque se violó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) cuando los Estados Unidos no apoyó a un país miembro, sino a uno extra regional».
En mi pueblo se usa el refrán: «burros del mismo pelo siempre se juntan».
IV
La invasión a la pequeña isla de Granada el 25 de octubre de 1983, volvió a poner a la OEA en evidencia de su inutilidad a los pueblos que dice representar y principios que dice defender. A pesar de que 15 de los 28 países que la integraban manifestaron su desacuerdo con la acción militar unilateral de Estados Unidos, ni siquiera se produjo una resolución o condena simbólica de manera formal por parte de la Organización. Esta misma actitud la mantuvo en el caso de Guatemala en 1954. Blandenguerías que en el caso de la invasión a Panamá en diciembre de 1989, resultaron en tímidos exhortos y cuasi justificaciones.
Ineficaz ha sido la OEA en asuntos tan sentidos como la descolonización de la región, particularmente con Puerto Rico, tema intocable para los gringos y sus adeptos. Inservible ha sido la OEA para los pueblos originarios oprimidos y desterrados en sus propios territorios; inútil para la afrodescendencia que aún es segregada en Estados Unidos, para la población migrante y en necesidad de protección internacional, sean refugiados, desplazados internos o apátridas, que hoy viven atemorizados por el discurso xenófobo que se pregona con odio desde las alturas del poder imperial.
OEA que no habla de los miles de presos políticos en Estados Unidos, todos criminalizados por el sistema racista-clasista que rige en ese país, como el emblemático Leonard Peltier, luchador indígena de ascendencia anishinaabe lakota, encarcelado desde 1976; o de Mumia Abu-Jamal, periodista comprometido con la lucha por los derechos civiles, condenado a cadena perpetua.
OEA que tiene sede en Washington, capital del Estado que no es parte de la Convención Interamericana de Derechos Humanos. Estados Unidos, por tanto, no está sujeto a la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos ni tampoco a la Comisión cuando ésta actúa bajo sus funciones de órgano de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Es el colmo del complejo de superioridad que padece la «plaga universal» y la alcahuetería de los adictos a su dominación.
V
OEA en salsa «Micheletti»
Los latinoamericanos debemos reconocer que muchas cosas en nuestras vidas las ha moldeado Estados Unidos no «a su imagen y semejanza», sino a su antojo.
USA no promueve ni está dispuesta a compartir el «confort» de su modelo de «abundancias», porque precisamente sus privilegios se soportan en las carencias de las mayorías del continente. Esa es la lógica que debe reproducir la OEA.
Haber visto al diplomático más anciano del club usurpar la presidencia -que ejerce por derecho Bolivia- y dirigir un debate plagado de írritos, con una decisión inaplicable, fue realmente irritante; y no pude evitar relacionar el hecho con el Golpe de Estado en Honduras contra el Presidente Zelaya.
Tanto el asesinato selectivo de decenas de líderes sociales, entre ellos la indígena lenca Berta Cáceres, como el nombramiento de este momio en la OEA, son consecuencia directa del laboratorio geopolítico gringo que regentan el Pentágono y el Departamento de Estado junto a la NSA, la CIA y otras agencias y miles de ONGs financiadas por la «diplomacia del dólar».
Desde esa Honduras hechura gringa, donde el Secretario de Estado, John Foster Dulles y su hermano, el director de la CIA, Allen Dulles, socios de una firma de abogados ligados a la United Fruit Company, planificaron y ejecutaron el golpe contra Jacobo Arbenz en 1954; donde se fraguó parte de la derrotada invasión a Cuba por Bahía de Cochinos; donde Ronald Reagan armó con dinero proveniente del narcotráfico la «Contra» antisandinista que tanto dolor le causó al pueblo nicaragüense.
Por eso Mel Zelaya debía ser apartado del poder en un país que para Estados Unidos es sólo una de sus bases militares más activas. Por cierto, muy aceitada recientemente con la mira en la Venezuela bolivariana.
Sin la existencia de serviles el imperio se cae. Figurines como Almagro, y los asustadizos mandaderos Peña Nieto, Macri, Santos, Cartes y Kuczynski, todos con un inmenso rabo de paja, le son imprescindibles a EEUU para mantener su hegemonía en ese parapeto mafioso que es la OEA. Y por ese rabo los yanquis los tienen cogidos, porque a cada uno le han armado su expediente.
VI
El pueblo bolivariano de Venezuela apoya la decisión soberana de nuestro gobierno de retirarnos de la OEA, aunque coincidimos con quienes piensan que la medida es tardía y que debe ser muy bien explicada en su justa dimensión, sin sobreestimar sus consecuencias ni subestimar la reacción de los actores nacionales e internacionales que están en la conspiración.
Autocríticamente reconocer los errores que se han cometido en alianzas ingenuas como esa donde le hicimos el piso al delincuente de Almagro, similar a aquél pacto legislativo que en 1998 le dio la presidencia de la Cámara de Diputados a la Cabra Capriles, con los votos del Movimiento Quinta República. Cría de cuervos. Pactos que matan.
La OEA es para Estados Unidos, el corral de su patio trasero, allí le echa maicitos a las gallinas y hasta pone a pelearse entre sí a los gallos. El «sistema interamericano» está montado para el «destino manifiesto», no estamos descubriendo el guarapo de panela.
En un escenario de ofensiva derechista, incluidos los gobiernos timoratos y pragmáticos de una cosa imposible llamada centroizquierda, todos los organismos multilaterales serán terreno movedizo para las posiciones antiimperialistas. Para ello debemos estar preparados con dos armas que hasta el momento -tal vez- no hayamos utilizado con suficiente acierto: la desconfianza y la concentración.
Saber decir que no a tiempo, condicionar los síes y no dispersar las energías en juegos amistosos.
Concluyamos con Martí, que nuestro Bolívar tiene mucho trabajo por delante. Vayamos a los pueblos a buscarle apoyos, no perdamos tiempo con la diplomacia mercenaria.